martes, 27 de junio de 2017

Excursión X108: Cerro del Puerco y El Cojón de Pacheco

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pradera de Navalhorno
Final: 
Pradera de Navalhorno
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  16,4 Km
Desnivel [+]: 730 m
Desnivel [--]: 730 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 6

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Con el aliciente de recorrer los siempre placenteros bosques de Valsaín, iniciamos esta ruta en la Pradera de Navalhorno, además el tiempo previsto es el ideal para caminar, fresquito a primera hora pero no exceso.

Enseguida dejamos las calles de esta zona aneja a Valsaín, que tiene su origen en la creación del Real Taller de Aserrío, surgiendo como alojamiento de los dependientes, jornaleros e industriales, en su mayoría procedentes del País Vasco, dedicados a la compra y venta de pinos.

Proseguimos por una senda que en dirección sur pasa junto al Centro Nacional de Educación Ambiental, organismo que promueve la responsabilidad de los ciudadanos en relación con el medio ambiente y dedica sus recursos al servicio de todos aquellos colectivos, públicos y privados, que desarrollan programas y actividades de educación y formación ambiental.

Cerca de él se encuentra una zona de trincheras de la Guerra Civil restauradas que dejamos para otra ocasión.

Seguimos por una senda que se dirigía hacia la Cueva del Monje, cruzando el arroyo del mismo nombre y una acequia, abandonándola poco después para en dirección norte y sin senda que nos guiara ascender entre jaras y matorral hacia el Cerro del Puerco, deteniéndonos en un canchal rodeado de majestuosos robles melojos, centenarios pinos albares, bellos fresnos y con unas increíbles vistas a Siete Picos, la Mujer Muerta, Montón de Trigo y Peñalara.

Este cerro fue el escenario de la conocida como ofensiva de Segovia, una operación militar que el Ejército republicano realizó entre el 30 de mayo y el 4 de junio de 1937, en el Frente del Centro. Es sobrecogedor recorrer lo que fue el escenario de la contienda en la que unos 3.000 hombres dejaron su vida. El serpenteante laberinto de parapetos y nidos de ametralladoras, parcialmente ocultos por las zarzas que tratan de ocultar su historia, nos hacen pensar en lo duro que tuvieron que ser los interminables inviernos en estas condiciones.

Descendimos en dirección sureste hasta alcanzar la Cueva del Monje, de la que según cuenta la leyenda, el hidalgo Segura, anhelaba la eterna juventud y riquezas sin fin. A oídos del diablo llegaron sus plegarias y acordó con el hacendado satisfacer sus deseos a cambio de su alma. Temeroso de su pacto y reconociendo su debilidad, Segura comenzó su huida hacia las montañas y encontró refugio en una construcción megalítica donde inició su vida como eremita.

El diablo encontró el lugar y reclamó su pago, pero en una última y desesperada plegaria, el hidalgo consiguió la protección divina. Satanás huyó del lugar, perdiendo algunos de sus dientes, ahora en forma de piedras que adornan la pradera junto a esta Cueva del Monje. Segura salvó su alma del diablo, pero quedó atrapada en este bello lugar.

Tras reponer fuerzas bajo un cerezo, o eso parecía, reanudamos de nuevo la marcha, en dirección sur, cruzando el arroyo Peñalara por unos tablones de madera, ascendiendo, con fuerte pendiente, por un sendero arropado entre esbeltos pinos albares, hasta alcanzar una pista asfaltada que por el Prado Redondillo, en agradable paseo nos fue acercando a Peñas Lisas.

Allí abandonamos la cómoda pista para desviarnos a la izquierda en busca de otro de los objetivos de la ruta, una enorme roca conocida como el Cojón de Pacheco, que se encuentra abrigado en lo más intrincado del pinar, se diría que oculto a miradas indiscretas.

Era el tal Pacheco un presuntuoso que se le iba la vida en presumir de su inagotable capacidad con la que se le pusiera a tiro. Se hizo tal campaña, que sus vecinos decidieron bautizar al cancho más grande de la comarca con el nombre de su hombría.

Tras las inevitables fotos, y preguntándonos qué hubiera hecho el tal Pacheco con dos torillos como éste, iniciamos el descenso, siguiendo los hitos de la senda que en dirección noroeste, con bastante inclinación, y rodeada de abundantes acebos, nos llevó a la carretera CL-601, la de la Granja, pasando previamente por un importante descargadero de madera denominado Vado Zarzón.

Cruzamos la carretera y, a la derecha descendimos en dirección al río Eresma, que sorprendentemente llevaba poca agua, por su orilla derecha le acompañamos en su alegre murmullo hasta la zona recreativa de los Asientos, y poco más adelante, la graciosa fuente de Máximo, en la que bebimos su fresquita agua.

Continuamos el descenso, alcanzando enseguida el Puente de Peñalara y al poco, tras cruzar el puente de madera que salva el Arroyo de Peñalara, el acueducto del puente de los Canales, construido para llevar el agua al Palacio de Valsaín, tristemente en ruinas desde el incendio que sufrió el 22 de octubre de 1682.

Ya solo quedaba continuar un poco más hasta alcanzar la Pradera de Navalhorno y acabar la ruta en el bar del mismo nombre, donde con unas cervezas celebramos la finalización de tan agradable excursión, repleta de historia y leyendas, a la que otorgo 4 estrellas.
Paco Nieto

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